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Despegan otras misiones en Apiay - Meta

Esta base aérea, considerada la más operativa del país, asumió nuevas responsabilidades en el receso de los bombardeos decretados por el presidente Santos contra las Farc. Dedica más tiempo a planear rescates y evacuaciones aeromédicas.

No por nada el Comando Aéreo de Combate Nº 2, con sede en la vereda de Apiay, a muy pocos minutos de Villavicencio (Meta), se convirtió en los últimos diez años en el mayor centro de operaciones militares aéreas del país y uno de los más importantes del continente.

Desde la Base Aérea Luis F. Gómez Niño despegaron los aviones Supertucanos de la operación Sol Naciente que acabó con la vida del Negro Acacio, en el Vichada, en 2007; se prestó en el Guaviare toda la información logística y aérea en la operación Jaque de 2008; se planeó milimétricamente el bombardeo de la operación Sodoma para dar de baja al Mono Jojoy en 2010, en La Macarena, y se destruyeron más de 500 pistas clandestinas del narcotráfico desde el año 2002, entre muchas otras acciones.

Aquí ha habido hitos históricos, como el de graduar a la primera mujer piloto de combate de Latinoamérica, la subteniente llanera Liliana Vergara, en 2004, luego de tres meses de entrenamiento con el escuadrón de Tucano.

Por eso, con la orden de suspensión de los bombardeos a los campamentos de las Farc, dada por el presidente Juan Manuel Santos, parecería una temporada de descanso para los pilotos que permanecen en esta unidad militar que, si bien ya no ve despegar tantos aviones como antes, sigue en operaciones, aunque alejadas de la guerra.

La base trabaja en la que podría ser su función esencial en un escenario de posconflicto que muchos optimistas ya avizoran. El general del aire Rodrigo Alejandro Valencia Guevara, comandante de la base aérea de Apiay, indicó que el personal a su cargo no está en período de vacaciones y que ahora se dedica más tiempo a planear acciones de rescate, evacuaciones aeromédicas con la población civil y vigilancia.

“Seguimos entrenándonos. Cumplimos con el mandato presidencial y nos mantenemos muy activos operativamente. Este período nos ha dado tiempo para dinamizar el concepto operacional en el que nos desenvolvemos, así como dimensionar capacidades que a veces por estar en el día a día y el límite de tiempo no teníamos. Le puedo decir que hoy por hoy los pilotos entrenan más que antes y están alcanzando nuevas capacidades”, dijo a El Espectador el general Valencia Guevara.

Los milagros del Ángel

En la base aérea de Apiay comprendieron la nueva realidad y, tal vez adelantándose al futuro, lograron que una fortaleza aprendida en el campo militar —la eficacia en rescates de soldados— fuera utilizada al servicio de la población civil. Para ello se creó un escuadrón de vuelo de las misiones Ángel, compuestas por un helicóptero Black Hawk y un avión Caravan medicalizado.

Según el general Valencia Guevara, sólo en lo corrido del año han sido rescatadas 132 personas de situaciones de riesgo para sus vidas, ya sea en emergencias por inundaciones o evacuaciones aeromédicas de personal civil en apartados sitios del Vichada, Guainía o Guaviare. La base tiene una jurisdicción de 270.000 kilómetros cuadrados, es decir, el 24% del territorio nacional.

Las misiones Ángel ya completaron 261 horas de vuelo en acciones humanitarias de rescates y los pilotos de la base aérea llegaron a 1.863 horas de entrenamiento y 1.096 horas de vuelo.

Cada hora de vuelo de los helicópteros Ángel cuesta $12 millones, y a veces para evacuar a una madre indígena y su hijo la operación puede tardar hasta cuatro horas. La FAC no ahorra esfuerzos, pues cuando las situaciones de luz en los lugares de rescate no son suficientes, al Ángel lo acompaña el avión fantasma, que también era una insignia en acciones contrainsurgentes.

El descenso en las operaciones de bombardeos de la que es la principal base aérea de Colombia plantea una primera respuesta en cuanto al futuro de estas unidades luego de una eventual firma de fin del conflicto. Para analistas como el profesor Alejo Vargas, el Estado tiene la responsabilidad de seguir creando estrategias para combatir a las bacrim y otros grupos emergentes que no quieran entregar las armas y sigan combatiendo.

“Lo que se espera es que, ya sin tener el desafío de la guerrilla, el Estado pueda enfrentar con mayor eficacia y capacidad estos fenómenos de carácter delincuencial”, dijo Vargas durante un conversatorio en la Universidad Nacional.

Por su parte, el comandante de la base aérea de Apiay recalcó que “sin guerra habrá más tiempo para atender a nuestra población civil, más capacidades para apoyarlos en situaciones de rescate, respaldo en la gestión y prevención del riesgo y más tiempo para ayudar al desarrollo del país”.

Autor
http://www.elespectador.com/

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