El aeropuerto: enlace de vida durante una tragedia
Las imágenes de los estragos que causó el terremoto en este aeropuerto son elocuentes: la torre de control completamente colapsada, los daños en el edificio de pasajeros, etc. Todas dan cuenta de la fuerza de la naturaleza; y la aviación tampoco es ajena a ella.
Pero luego de pasada la emergencia inicial y evaluados los daños, es necesario comenzar el proceso de reparación y puesta en marcha de las operaciones aéreas, sobre todo para empezar a recibir los numerosos vuelos humanitarios que se sabe que llegarán al aeropuerto afectado.
Manta, junto con Quito, han sido dos de los más receptivos en materia de vuelos internacionales de ayuda. Durante una corta visita de Aviacol.net a ese aeródromo hablamos sobre la situación con Alberto Castro, empleado de Consorcio Aviation, compañía proveedora de servicios aéreos: “El colapso de la torre de control, de la terminal, del aeropuerto en general; obligó a operar de forma visual por varios días, complicando los vuelos; sobre todo teniendo en cuenta el tipo y número de aviones que están llegando y el tamaño de las aeronaves”.
En Manta las condiciones operativas no son las ideales por cuenta del terremoto. El Coronel Osman González de la Fuerza Aérea Colombiana, comandante del Boeing KC-767 “Júpiter” de la FAC que realizó uno de tantos vuelos humanitarios a esa ciudad, lo pone de manifiesto: “Dos ejemplos sencillos: entre las 8 y 11 de la mañana no tuvimos reporte de meteorología del aeropuerto para nuestro vuelo, reportes que se deben estar haciendo cada hora. Y cuando estábamos en aproximación no veíamos las luces PAPI (aquellas que indican la trayectoria correcta de aproximación) por lo que pedimos al control de tierra que subiera la intensidad de la luz; su respuesta fue ‘Comandante, el sistema remoto quedó fuera de servicio’. Pero lo han manejado muy bien, han hecho una muy buena administración del riesgo”.
Las aeronaves de otras naciones se ven continuamente. Arribamos a la ciudad a bordo del avión más grande operado por la FAC en vuelo humanitario que desde Bogotá transportó 23 toneladas de ayudas, y de regreso transportó a 134 repatriados y personal de rescate colombiano que finalizaba sus labores en Ecuador. Junto al avión colombiano, un Boeing C-17 Globemaster de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Y, luego de nuestro aterrizaje, aviones Alenia C-27J Spartan de la Fuerza Aérea Peruana, Lockheed C-130 Hercules de las fuerzas aéreas argentina y uruguaya, CASA C295M de las fuerzas aéreas brasileña y ecuatoriana; así como helicópteros y aviones de varios tamaños civiles y gubernamentales de Ecuador. Todo es una pequeña cuota de los cientos de otros aviones de todo el mundo llegando y saliendo en todo Ecuador.
“Ha habido toda clase de aviones, grandes y pequeños, incluso de escuelas de aviación del Ecuador apoyando las operaciones, desde Cessna 150 hasta Piper Seneca”, comenta Alberto Castro, y añade: “Todos los pilotos supieron manejar la situación haciendo comunicaciones internas. En tierra, la Dirección General de Aviación Civil de Ecuador y la Fuerza Aérea Ecuatoriana permitieron que se realizara una operación segura”.
Entre 1999 y 2009 el aeropuerto sirvió como base operacional para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en misiones de interdicción. Ello implicó la mejora de las instalaciones y hoy en día cuenta con tres plataformas que permiten estacionar aviones de gran tamaño, además de una pista de 2.900 metros. La ubicación de la ciudad en el Ecuador, especialmente cercana también a la zona más afectada por el terremoto, lo hace ideal en las operaciones humanitarias.
Además de la pista y las plataformas, los hangares militares y otras instalaciones se ponen a disposición de la ayuda. Allí llegan toneladas de elementos como agua, víveres, ropa o medicinas; allí se ordenan, clasifican y envían a las zonas donde se necesitan. Y al hangar también arriban cientos de personas afectadas que serán trasladadas en los aviones. Una organización compleja que transforma una instalación militar, normalmente reservada para el uso civil, en un complejo aeronáutico humanitario.
Recientemente un avión C-17 de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos llegó a la ciudad ecuatoriana trayendo generadores, equipos adicionales y personal técnico para montar una torre de control móvil que ya está funcionando. La infraestructura llegó al país gracias al trabajo del Departamento de Defensa de EE.UU., la Oficina de Asistencia para Desastres en el Extranjero y autoridades del Ecuador. Esta torre ha mejorado la seguridad operacional, pero todavía falta mucho para recobrar un estado más normalizado.
La actual terminal de pasajeros provisional, adecuada en carpas, no debería mantenerse por mucho tiempo, especialmente teniendo en cuenta las incomodidades que ofrece a los pasajeros. Seis meses sería un tiempo prudencial para tener nuevamente un edificio de características adecuadas. Y este es solo uno de los puntos para trabajar: comunicaciones, servicios de navegación, seguridad, etc. Todo debe reestablecerse.
Pero mientras ello ocurre, Manta es epicentro de la buena voluntad de miles de personas de muchos países que han ayudado a Ecuador, ayudas que han aterrizado en el aeropuerto Eloy Alfaro. La frase “la calle más importante de una ciudad es la pista del aeropuerto” cobra especial importancia al ver en el Eloy Alfaro un ejemplo de cómo un aeródromo es tan importante dentro de una tragedia natural, ejemplo que entra en la larga lista de aeropuertos que han cumplido esa función en la historia de la humanidad.