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¿El poder aéreo, para qué?

El momento difícil que la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) ha vivido recientemente, después del accidente en el que perdimos a 11 de nuestros héroes, ha servido como excusa para que se cuestione la invaluable labor que cumple una institución que no tiene propósito distinto al de servir a los colombianos.

No se puede olvidar que la efectividad de la FAC fue fundamental para revertir la ecuación del conflicto en años recientes. La caída del ‘Negro Acacio’, ‘Martín Caballero’, ‘Raúl Reyes’ y el ‘Mono Jojoy’ son apenas una muestra de lo que se ha hecho. Más aún, en mayo de este año, nuestras aeronaves prácticamente desarticularon al frente 29 de las Farc, y en la lucha contra el narcotráfico, el número de aeronaves ilegales que ingresan al territorio colombiano se redujo de 693 en el 2003 a una en lo que va de este año.

Todas estas actividades que demandan el desarrollo de operaciones de vigilancia, control, interdicción e inteligencia se han visto reforzadas con la entrada en servicio de nuevos radares y aeronaves remotamente tripuladas (ART), con los que se ha salvaguardado la infraestructura vial y energética, además de monitorear amenazas naturales.

Y es que en un país como Colombia la guerra no es nuestra única ocupación. Nuestra capacidad de llegar a cualquier rincón nos ha permitido, en lo que va del año, evacuar y transportar a más de 900 colombianos que han padecido diversas tragedias, desde mordeduras de serpiente hasta inundaciones.

Para ellos, para el indígena, el afrocolombiano, el colono y el campesino, la presencia de la FAC es una bendición y casi que la única esperanza. Ellos han sido los principales beneficiarios de las más de 3.000 toneladas de medicamentos, mercados y artículos de primera necesidad transportados durante el 2015.

Hacemos mucho con poco, y eso nos ha valido que seamos la primera fuerza armada en el mundo en ser certificada en calidad, y que seamos la institución del Estado más querida por los colombianos, con una favorabilidad del 85 por ciento (Datexco).

Por ello nos duele que ahora, a los tiempos difíciles que enfrentamos se sumen las incomprensiones y tergiversaciones de quienes, con evidente desconocimiento –e incluso en algunas ocasiones con mala fe–, cuestionan nuestra labor y profesionalismo.

Si parte de nuestra flota aérea se encuentra en tierra es porque requiere revisión por la cantidad de horas voladas, porque está previsto el mantenimiento o sencillamente porque el manual del fabricante así lo indica. Mal haríamos al permitir que una aeronave saliera a vuelo sin que fuera totalmente confiable.

El pueblo colombiano puede tener la plena certeza de que somos absolutamente rigurosos en las inspecciones y en el cumplimiento de los protocolos de mantenimiento de aviones y helicópteros, pues son vidas humanas las que están expuestas en cada operación.

Sabemos de nuestro compromiso con el país. Somos una Fuerza Aérea cohesionada, altamente motivada, y seguiremos honrando ese deber, como hasta ahora lo hemos hecho, buscando el mayor grado de seguridad en lo que realizamos, pero actuando con toda determinación. De eso somos conscientes y a eso estamos voluntariamente obligados quienes rezamos con todo orgullo como lema institucional ‘Sic itur ad astra’ (“Así se va a las alturas”).

Mientras portemos el uniforme, este comandante y sus generales estamos todavía en el tiempo de proteger y defender a los colombianos. Tal vez mañana nos podamos dedicar a cosas más tranquilas, como los cultivos hidropónicos, los videojuegos y los juegos de mesa. ¡Pero aún no!

GENERAL CARLOS E. BUENO
Comandante de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC)

Autor
http://www.eltiempo.com/

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