Los drones se unen a las filas de la Fuerza Aérea
Los colombianos se han empezado a familiarizar con una palabra que hasta hace poco parecía exclusiva de las películas de ciencia ficción: drones. No obstante, la gran mayoría la asocia con los pequeños artefactos recreativos que cada vez con mayor frecuencia se ven en los parques del país, o usan los medios de comunicación o las compañías publicitarias para tomar fotos o videos aéreos. Sin embargo, la realidad es que los drones, o aeronaves remotamente tripuladas (ART), son mucho más que un costoso juguete y han empezado a desempeñar a lo largo del territorio nacional una labor trascendental y desconocida.
Hoy las ART se han transformado en equipos fundamentales en la seguridad nacional. Un solo dato habla de su importancia. Según la cúpula militar, junto con las operaciones de las demás Fuerzas, han sido uno de los responsables de que se frustrara el 95 por ciento de las acciones del ELN durante el paro armado.
Desde 2005 Colombia empezó a hacer uso de estos sistemas, especialmente los estadounidenses Scan Eagle, y hoy es potencia regional en su manejo. Las ART generalmente cumplen labores de vigilancia, reconocimiento e inteligencia y constan de una aeronave, los equipos que las controlan y personas que las tripulan desde tierra. Su costo puede llegar a 9 millones de dólares, pero depende de sus dimensiones (que varían desde pequeños drones hasta aeronaves del tamaño de una pequeña avioneta) y de los elementos con los que se equipen para las misiones, las cuales van desde una labor de reconocimiento en selva y monitoreo de sistemas vulcanológicos, hasta tareas de inteligencia militar.
Solo entre el 6 y el 21 de febrero los ART frustraron seis atentados contra los oleoductos Caño Limón-Coveñas y Bicentenario, lo que representó un ahorro para el país de cerca de 3.600 millones de pesos, si se estima que cada reparación cuesta aproximadamente 600 millones. Otras misiones consisten en reportar excavaciones, irregularidades en las vías, desplazamientos fluviales y terrestres sospechosos y realizar sobrevuelos con drones sobre áreas de interés nacional.
Según el coronel Felipe León, director de ART de la Fuerza Aérea, “Estas naves se convirtieron en un complemento perfecto para nuestras operaciones tripuladas y para los objetivos de todas las Fuerzas Militares. Permiten proteger la vida de nuestros hombres, pueden acceder a lugares remotos y críticos, alcanzan mayores alturas, tienen mayor autonomía de vuelo y toman fotografías de alta calidad”.
Y es que estos sistemas tienen muchas bondades. Una aeronave tripulada puede tener ocho horas de autonomía en vuelo mientras que las ART llegan a 20 horas con capacidad diurna y nocturna, un helicóptero Black Hawk puede costar entre 16 y 24 millones de dólares, mientras que el más caro de los sistemas utilizados en Colombia cuesta 9 millones. Además, las ART están en capacidad de ascender hasta 19.000 pies, permiten comunicación en tiempo real y su costo operacional puede ser un 40 por ciento menor que el de una aeronave tripulada.
Hoy 250 hombres y mujeres de la Fuerza Aérea operan este tipo de sistemas en el país en equipos de mínimo cinco personas: un comandante de misión, encargado de la interacción con otras aeronaves y la comunicación con el servicio de tránsito aéreo; un operador, quien lleva el control de la aeronave desde tierra; un analista de imágenes y dos técnicos de mantenimiento. Estas personas reciben un curso de seis meses con entrenadores profesionales, con equipos de vuelo y simuladores, para capacitarse en aerodinámica, navegación y meteorología. También se ofrece esta formación a miembros de la Policía, la Armada y el Ejército, e incluso, a militares de países vecinos que vienen a entrenarse y certificarse en Colombia.
Pero la utilidad de las ART no se limita a los temas de órden público. Por ejemplo, en el caso de los incendios, durante 2015, la Fuerza Aérea reportó 729 horas de vuelo y gastó cerca de 5.500 millones de pesos controlando conflagraciones en 55 municipios de 15 departamentos, al realizar 3.328 operaciones de descarga donde se esparcieron 1.322.012 galones de agua. En la última operación efectiva, una ART previno un incendio el 6 de febrero pasado cuando uno de estos sistemas detectó un fuego cerca a uno de los tramos del oleoducto Caño Limón-Coveñas en Arauca.
Además, con frecuencia las ART trabajan en detectar cultivos ilícitos, controlar de ganadería extensiva y la tala de árboles. También contribuyen en misiones para capturar y desmovilizar personas al margen de la ley, buscar secuestrados, realizar operativos contra la minería ilegal y hasta en procesos de restitución de tierras.
En este último tema, gracias a que toman imágenes de calidad, las ART lograron identificar y delimitar 96.224 hectáreas solicitadas en restitución en sitios de difícil acceso. Utilizar fotografías satelitales hubiera resultado extremadamente costoso.
El año pasado, la información obtenida por los sistemas ART permitieron 26 capturas y desmovilizaciones de personas al margen de la ley, hacer ocho incautaciones de material de guerra y comunicaciones, destruir ocho laboratorios de procesamiento de coca, decomisar 7,5 toneladas de droga y siete maquinarias de minería ilegal, inmovilizar tres aeronaves ilegales y lanzar 92 alertas de riesgo en oleoductos (derrames, apiques, abolladuras y posibles atentados). La mayoría de estas operaciones tuvieron lugar en Santander, Norte de Santander, Arauca, Putumayo y Nariño.
La Fuerza Aérea está convencida de la capacidad de los sistemas ART y de la importancia que cobran cada día en el país. Uno de los retos es potenciar la presencia de las ART en cinco regiones estratégicas del país y seguir fortaleciendo sus labores de reconocimiento y prevención para que las operaciones militares de sus aeronaves no se vean retrasadas al atender desastres naturales. Así mismo, el área de ciencia y tecnología del Ministerio de Defensa trabaja en el proyecto Quimbaya, con el que el Estado busca fabricar las primeras ART colombianas que todas las Fuerzas puedan operar según sus necesidades. Los responsables confían que en un futuro postconflicto estos sistemas puedan participar más en los operativos para controlar las fronteras colombianas y en la lucha contra el contrabando.