Solidaridad en la familia Fuerza Aérea en medio de la pandemia.
Hay momentos de la vida que nos enseñan el verdadero significado de ser agradecidos; de agradecer por nuestro trabajo y la vida que tenemos, pequeñas cosas a las que nunca prestamos demasiada atención porque asumimos que siempre estarán ahí, pero que en la realidad de otras personas son milagros que nacen de almas con buen corazón, que movidos por la necesidad hacen obras sin esperar nada a cambio.
Tal es el caso de Maria Leonildes Mosquera, una mujer de 36 años, oriunda del Chocó, quien en busca de un mejor futuro y bienestar para ella y sus tres hijos se arriesgó a emprender un nuevo camino en la capital del país, lejos de todo lo que conocía y de su familia.
“En el Chocó trabajaba en la actividad de la minería. Era muy duro porque a veces pasaba 15 días en ese lugar oscuro, lejos de los niños y muchas veces salía con las manos vacías, por eso decidí arriesgarme” dijo con sus tristes ojos negros, al recordar esos difíciles momentos.
Cuando llegó a la capital, empezó a buscar trabajo, una tarea difícil debido a la crisis sanitaria que está enfrentando el país en el momento, pero eso no fue impedimento y luego de un tiempo, como un milagro, consiguió trabajo de servicios generales en el Comando Aéreo de Transporte Militar- CATAM.
“Es una gran oportunidad de hacer parte de este equipo de trabajo, donde me han tratado muy bien, dándome también la oportunidad de brindarle a mis hijos un futuro mejor.” Dice con ilusión y con una sonrisa en el rostro.
Aun así, no todo es color de rosas, y muchas veces cuando más nos esforzamos, no vemos salida a nuestros problemas.
La situación de María se complicó cuando el único computador que utilizaban sus hijos dejó de funcionar, haciendo que no pudieran recibir las clases virtuales; lo que la afligía y por lo que trabajaba más arduamente.
Fue así como un ángel apareció en el camino de esta mujer: una Suboficial de su Fuerza Aérea Colombiana, quien conoció a María y empezó a compartir con ella, enterándose de su difícil situación, conmoviendo su corazón.
“Desde que ingresé a esta bonita institución, lo hice para ayudar a los demás aportando un granito de arena en la vida de los colombianos, es el sentido de mi profesión como militar. Es por eso que cuando conocí a María, con esos ojos apagados como quien soporta un peso muy grande en sus hombros, me interesó conocer su situación, saber si había algo que podía hacer” dice la suboficial.
En los Oficiales y Suboficiales de su Fuerza Aérea están arraigados los valores de esta institución, los cuales se guardan en el corazón y son los que guían el actuar de cada persona en público o en privado. Fueron esos mismos valores, los que hicieron que esta militar empezara a gestionar con personas de buen corazón un computador para esta familia.
Poco a poco, a esta causa se unieron diferentes personas de esta Unidad y de otras partes de la ciudad que poniendo en práctica sus valores, reunieron dos computadores, escritorio, sillas, impresora, útiles escolares, mercado y ropa para María y sus hijos. Hasta la localidad de Usme llegaron para hacer entrega de un poco de esperanza y alivio para la vida de esta madre.
“Es muy grato saber que aún hay personas con un corazón tan grande como el de ellos, personas que me han regalado un poco de tranquilidad en medio de lo que estoy afrontando sola” dijo María con lágrimas en los ojos.
Es así como de manera silenciosa, a paso lento pero seguro, un puñado de personas de esta Institución Aérea, haciendo uso de sus valores y su compromiso con la comunidad ayudaron desinteresadamente a María, quien agradece de corazón la forma en cómo Dios puso ángeles en su caminar recordándole que en medio de la tempestad hay momentos de calma.