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Siete décadas de servicio en más de un siglo de victorias

Desde 1952, el desarrollo de Colombia ha sido labrado por la influencia trascendental del helicóptero. Infraestructura, apoyo humanitario, atención de emergencias, vigilancia, transporte, operaciones ofensivas y defensivas, todas, han sido llevadas a cabo en estas aeronaves, dominando la imponente y desafiante geografía nacional. Nuestra Base Aérea de Palanquero contó con los primeros prototipos, que sirvieron a la construcción del ferrocarril del Magdalena. Desde allí, su uso se hizo extensivo con la fundación de nuestro Comando Aéreo de Combate No. 4 y de la Escuela de Helicópteros, atendiendo el interés nacional de brindar seguridad en el sur del Tolima. Círculo virtuoso que creció a medida que direccionaba las necesidades de Estado, marcando gran parte de la evolución de nuestro poder aéreo a lo largo de 103 años.

Tripulaciones y aeronaves, emulando el vuelo del colibrí, han surcado los cielos de nuestras regiones por décadas, creando y consolidando la seguridad que merecen ciudadanos, familias y comunidades enteras. Jornadas de apoyo al desarrollo, con profesionales y servicios esenciales dirigidos a garantizar derechos fundamentales, tales como salud, acceso a un techo digno, educación, agua potable y recreación, han sido facilitados con capacidades aerotransportadas, permitiéndole al Estado, llegar a lugares que no habría sido posible alcanzar.

Son incontables las vidas que hemos salvado gracias a nuestra ala rotatoria. Operaciones de búsqueda y rescate, traslado aeromédico, atención y prevención de desastres o dirigidas a preservar la fauna, flora y fuentes hídricas de la nación, dan cuenta de las ventajas de estas aeronaves en todo tipo de terreno y condición. Sin duda, millones de compatriotas, en medio de la más profunda adversidad, han reavivado su esperanza al escuchar el sonido de las hélices y los rotores de nuestros helicópteros.

Desastres naturales como el de Armero, que marcó la memoria colectiva de la nación o el enfrentar una pandemia trasladando pacientes y vacunas a cada palmo del territorio patrio, apoyando la exigente labor que llevaba a cabo el sistema de salud público en ciudades y municipios, son ejemplo de la multiplicidad de tareas que cumplen los hombres y mujeres que sirven en estas aeronaves. Nuestra Institución, su aporte a los más altos intereses del Estado, al progreso y construcción de país, tiene en el ala rotatoria un complemento trascendental.

Al reflexionar sobre el rumbo que hemos recorrido, son numerosas las dinámicas y caminos que se derivan de una capacidad forjadora en un liderazgo nacional y regional para la Fuerza. Impulsamos el Plan Colombia, la lucha contra el narcotráfico y el crimen transnacional; dimos ímpetu al alcance operacional de nuestra Fuerza Pública y de aliados hemisféricos; promovimos la interoperabilidad y una doctrina combinada y, por si fuera poco, potencializamos nuestra diplomacia para la defensa.

La innovación, investigación y desarrollo, asimismo, se han inspirado en la respuesta que el helicóptero nos permitió dar a la situación de violencia y asedio que enfrentaba la democracia colombiana en el pasado. El Arpía y sus características distintivas, producto del ingenio de nuestros militares, han sido uno de los más prolijos exponentes de este devenir vibrante que une talento y poder aéreo.

Nuestros Ángeles, capaces de superar las complejidades meteorológicas y topográficas para salvar vidas, trasladando elementos de salvamento, pilotos, copilotos, técnicos de vuelo, artilleros, médicos y rescatistas, muchas veces en condiciones de combate, son otro gran ejemplo de las ventajas indiscutibles que nos aporta el ala rotatoria. No obstante, nada de esto sería una realidad sin la conjunción de capital tecnológico y humano; este último, corazón, alma y mente de la Fuerza Aérea Colombiana.

La Escuela de Helicópteros de las Fuerzas Armadas ha sido un gran protagonista de esta brillante historia. Activo estratégico que sostiene la experticia con la que nuestra Fuerza Pública y países aliados mantienen y operan estas aeronaves. Su influencia positiva, es vital para edificar seguridad en el hemisferio.

En suma, durante más de un siglo de existencia de nuestra Institución, siete décadas de gloria han sido escritas a bordo de helicópteros. Un legado brillante que se ha traducido en victorias, evitar muertes, promover el desarrollo, edificar la paz territorial y, sobre todo, en proyectar un mañana más próspero y seguro para Colombia.

General Luis Carlos Córdoba Avendaño

Comandante Fuerza Aérea Colombiana

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¡Así se va a las estrellas!

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