Sobre la Disuasión
Los orígenes de la Fuerza Aérea Colombiana datan de las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, justo cuando el poder aéreo se presentaba como una capacidad distintiva y el aire como la dimensión que dominaría el devenir de los conflictos futuros, escenario desde donde se aseguraría la supervivencia de los Estados.
Posteriormente, la Segunda Guerra Mundial hizo patente esa realidad: la tecnología radar permitió la vigilancia y control del espacio aéreo y el estudio de la atmósfera; la producción masiva de aeronaves, la computación y los primeros cohetes marcaron el desarrollo de la industria aeroespacial; la energía nuclear dio una nueva dimensión a las relaciones entre grandes potencias; y se avanzó en innovadoras estrategias, tácticas y medios para ejercer el poder.
Los cambios que presenció el mundo durante la Guerra Fría comenzaron a ser exponenciales; el interés nacional de las grandes potencias por desarrollar nuevas tecnologías, armas, plataformas aéreas, navales, submarinas, terrestres y espaciales, formaron el eje central de la disuasión en este periodo, hasta alcanzar su máximo nivel: el de la destrucción mutuamente asegurada.
Einstein, de manera premonitoria, en su carta a Franklin D. Roosevelt en 1939 mencionaba: “al final se hace cada vez más difícil eludir la perspectiva de la total destrucción del planeta”. La Guerra Fría se extendió por 44 años, llevando el enfrentamiento y ciertos matices de la política exterior de Washington y Moscú a ser ejercidos a través de terceros.
Esta historia, sobre la cual se fundó la modernidad contemporánea, que alcanzó a la industria militar, aeroespacial, médica, energética y productiva, hasta llegar a la cotidianidad de nuestros empleos y hogares, fue promovida, precisamente, por la disuasión, principio capital que proyecta el poder de los Estados para resistir demandas políticas y militares de naciones hostiles, ejercer influencia, persuadir y es guardar la tranquilidad del propio territorio, instituciones, creencias, sistemas de valores y, aún más importante, a los ciudadanos.
Colombia no es ajena a esta dinámica del poder en el sistema internacional, pues su Fuerza Aérea ha fortalecido y construido capacidades militares que garantizan la soberanía, integridad territorial, democracia, derechos y libertades civiles; también, le han permitido integrar el territorio, brindar ayuda humanitaria, dar soluciones en momentos de crisis y contribuir al logro de los fines del Estado. Así, el conocimiento, experiencia, entrenamiento y tecnología adquiridos a lo largo de más de 100 años de vida, al igual que una estrategia visionaria trazada para recorrer el nuevo siglo, han llevado a la Institución a enfocar su mirada en aspectos trascendentales como la transformación educativa, innovación, multilingüismo, interoperabilidad, inteligencia artificial y el espacio, ejes fundamentales del desarrollo aéreo y espacial.
La disuasión, como la energía que ha concebido estas innovaciones, vinculando el poder aéreo, la industria y la academia, tejiendo relaciones multilaterales, intereses comunes y alianzas, se ha convertido en motor de progreso, crecimiento y desarrollo en la construcción de país.
Consecuentemente, el fortalecimiento militar, el entrenamiento y el incremento de capacidades no deben ser vistos como un medio para ir a la guerra, sino para evitarla, garantizando la defensa de Colombia, pero también, un ambiente de seguridad propicio y dirigido al logro de los más altos intereses nacionales.
Concebir la disuasión en el aire, el espacio y el ciberespacio, demanda que las capacidades institucionales sean reales, visibles, creíbles, permanentes, sostenibles, suficientes y comunicables. Ser interoperables y sumar aliados y amigos hace parte de esta estrategia, pues en un mundo globalizado, en el que las amenazas son transnacionales, el aislamiento o las respuestas individuales no son una buena estrategia. Por ello, ejercicios como Red Flag, Panamax o Relámpago, además, de los acuerdos de interdicción, buscan construir y fortalecer alianzas regionales que pretenden forjar y mantener un ambiente de seguridad hemisférico, favorable a Colombia.
Mantenernos al nivel de grandes potencias aéreas nos llevó a pasar de ser receptores de ayuda y realizar ejercicios binacionales a, posteriormente, liderar operaciones combinadas en Centroamérica y el Caribe con el fin de enfrentar el crimen transnacional y el narcotráfico,
lo cual ha hecho de la Fuerza Aérea un security builder (constructor de seguridad), preferente y referente para la región.
El devenir propio de las amenazas, tradicionales y no tradicionales, además de la ocurrencia de desastres naturales, cada vez más frecuentes, y el esfuerzo por consolidar nuestra presencia en el espacio, nos impulsan a innovar, transformarnos, emprender y prepararnos. En este nuevo dominio también se encuentra el motor de desarrollo de diversos sectores que deben hacer sinergia: la Fuerza Aérea, la academia y la empresa.
Nos espera un camino promisorio, pues avanzar en el desarrollo de tecnología satelital y aeronaves remotamente tripuladas implica, por ejemplo, superar importantes retos, los cuales nos ofrecen numerosas oportunidades que permiten seguir construyendo independencia estratégica. Así, reduciremos la compra de activos y servicios, mientras se crean clústeres empresariales que generan riqueza para el país.
Nuestro poder aéreo cumple propósitos diversos: ofensivos, defensivos y humanitarios; con él salvamos vidas, apoyamos en emergencias, aterrizamos en pistas no preparadas, operamos sin iluminación y ofrecemos un amplio espectro de posibilidades para su empleo en misiones diferentes a la guerra.
El crecimiento en capacidades de nuestra Institución está orientado a la protección del Estado y crear las condiciones de seguridad propicias para su crecimiento y desarrollo, usando la disuasión como medio efectivo en la prevención de conflictos, enfrentar y combatir amenazas, así como, construir oportunidades en los dominios de la Fuerza: el aéreo, espacial y ciberespacial.
General Ramsés Rueda Rueda
Comandante Fuerza Aérea Colombiana