En 1911, una enorme caja de madera , que había subido perezosamente el Río Margadalena hasta Cambao y había sido izada a lomo de mula hasta la Altiplanicie, desembocó un buen día en el Camellón de San Victorino para ser descargada ante la curiosidad de los bogotanos, en un taller de mecánica. Contenía nada menos que un aeroplano.