Construyendo sueños mientras se defiende la Nación
Cada logro que como seres humanos alcanzamos, es motivo de orgullo, en muchas ocasiones los celebramos en familia con reuniones caseras, otras tantas organizando fiestas o viajes; en la vida militar no siempre es así; los servicios, las comisiones, las operaciones humanitarias y de seguridad que se deben cumplir, exigen que nuestros hombres y mujeres que decidieron ser parte de la Fuerza Aérea Colombiana y otras instituciones castrenses, salgan de sus hogares en tiempos de festividad, cumpleaños, nacimientos, bodas, grados y demás, para proteger a su nación y servirle a los colombianos.
“Esta es una carrera de vocación y yo estoy aquí para servir” es la frase que replica con convicción el Suboficial Vera Romero Luis Alberto, oriundo del municipio de Villeta, Cundinamarca. Proveniente de una familia humilde, reconoce el valor de cada cosa, pues su madre los sacó adelante con mucho sacrificio, inculcándoles la importancia de la gratitud, el esfuerzo y respeto por los demás.
Jamás imaginó recibir un nuevo grado bajo la situación actual que enfrenta el país y el mundo entero, a causa del COVID-19, una nueva responsabilidad posa sobre sus hombros desde hace unas cuantas semanas, cuando salió la resolución de ascenso, les estoy hablando nada más y nada menos que del nuevo Técnico Jefe de Comando del Comando Aéreo de Combate No 2, CACOM 2, un hombre cuya trayectoria, resultados y liderazgo lo perfilaron en la Institución, para asumir este cargo.
Ingresó a la Escuela de Suboficiales a un mes de haber obtenido su título de bachiller, ya que inició el proceso de incorporación en las vacaciones de mitad de año que tuvo al estar cursando grado 11, decidió seguir la carrera militar alentado por un vecino Policía que le habló de la Fuerza Aérea y le mostró varias líneas de acción dentro de las que se podría desempeñar. Sin titubear decidió que esa era la meta que iba a perseguir, solo le preocupaba la reacción de su mamá y la situación económica de su familia, sin embargo, al darle la noticia a su progenitora, ella le apoyó manifestándole que si ese era su sueño, el dinero era lo de menos, que ella se las arreglaría, y así fue, consiguió un préstamo con unos vecinos para respaldar los planes de su hijo.
Tras 27 años de servicio, recibió el grado que todo militar que inicia su carrera espera, llegar al último peldaño, pues estar en ese punto significa que sobresalió en cada una de las misiones, que mantuvo una hoja de vida intachable que contribuyó con valor y honorabilidad en la defensa de la nación; ser Técnico Jefe de Comando, significa alcanzar el máximo grado del cuerpo de suboficiales de la Fuerza Aérea Colombiana.
Para llegar a este punto y escalonar hasta este grado el Suboficial atravesó por muchos cargos, lugares y experiencias que hoy le dan las herramientas necesarias para asesorar al alto mando de la unidad en temas estratégicos y de bienestar. A causa de la emergencia sanitaria y cumpliendo los decretos presidenciales, recibió su ascenso en una discreta reunión con el Comandante de la Base, el Segundo Comando y dos Comandantes de Grupo.
Confiesa que le habría encantado recibir de otra manera su nueva responsabilidad, compartiendo con su amada esposa y sus hijos, pero lo asume con tranquilidad, señala que todo en la vida tiene un por qué y su propósito aquí es servir.
Inició su vida militar perteneciendo a la especialidad de infantería, actualmente conocida como Seguridad y Defensa de Bases, en esta área tuvo la oportunidad de tener bajo su mando soldados, prestar servicio en cerros, entre otros. Pasados aproximadamente 8 años, la Institución le brindó un curso en el área de inteligencia, cambiando completamente la rutina del Técnico Jefe de Comando. Al preguntarle por lo más significativo de esta nueva función como parte de la especialidad de inteligencia, manifiesta que es una rama de bastante sacrificio, dominio propio y donde los principios que forman la persona juegan un papel muy importante ya que es una vida en la que prácticamente conviven con personas con antecedentes delictivos, que no respetan normas y que podrían haber llegado a acabar con la vida de él, si en algún momento hubiesen siquiera sospechado que hacia parte de la fuerza pública.
Pero manifiesta que se enorgullece de todo este trabajo que le tocaba realizar, pues con él logro captar información valiosa con la cual los altos mandos trabajaban para planear y ejecutar operaciones para debilitar al enemigo, identificar laboratorios, capturar cabecilla, entre otros. Señala que su actividad tiene el poder de mover aviones, debido a que cada dato recopilado se materializa en una operación estratégica que contribuye en la seguridad de los colombianos. Hoy la misión del suboficial es diferente, pero esas experiencias le ayudaron a formar un carácter, a tomar decisiones con cabeza fría y a entender que todo tiene solución, solo hay que tener paciencia. Se dedica a apoyar al Comando en la toma de decisiones, acompañar a sus subalternos en estos tiempos de emergencia, a escuchar a su personal y mantener su moral alta para seguir cumpliendo la misión constitucional.
En su carrera castrense tuvo que batallar con circunstancias familiares y personales bastante complejas; recuerda que cuando nació su primera hija, comenzó a sentirse mal con cuadros de fiebre altas, su esposa aún se encontraba en dieta por el nacimiento de la niña, por cerca de un mes permaneció hospitalizado bajo un diagnostico que hasta el momento desconoce, pero que lo puso en peligro de muerte, un estado que sólo se le notificó al salir de la crisis. Revela que nunca imaginó la gravedad de su situación médica pero que se sintió como conejillo de indias, los estudiantes de medicina lo visitaban a diario por su extraño caso, jocosamente, señala que parecía un colador, debido a que todos los días le sacaban muestras de sangre para analizarlas y enviarlas a otras clínicas para determinar qué era lo que tenía y poder administrarle algún medicamento que le permitiera mejorar su condición, sin embargo no se obtuvieron respuestas claras y después del mes, comenzó a presentar mejorías, pasados 15 días más, le dieron de alta.
Esta experiencia, más el fallecimiento de sus progenitores fueron amargos momentos que le hicieron valorar el tiempo en familia, apreciar con totalidad el amor de su esposa e hijos pues fue su cariño el que lo saco de la depresión por la pérdida de sus padres. Pero son precisamente estas anécdotas las que le permiten seguir adelante, confirmando que elegir la vida militar fue la mejor decisión, que, aunque ésta implique muchos sacrificios, esfuerzos adicionales y duras jornadas, también da grandes recompensas profesionales, familiares y personales.