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Otra víctima mortal de la desnutrición en comunidades indígenas del Vichada

La bebé jamás probó una gota de leche del pecho de su madre, pues debido a la pésima alimentación de ella y el resto de su familia, nunca le bajó el alimento primordial para un recién nacido.

Esta vez la víctima mortal es una bebé de tan solo 30 días de nacida, a quien llamaremos Karen*. Su estado de salud era realmente deplorable, sus órganos estaban invadidos por todos los males inimaginables, en su zona genital no cabía una herida más causada por la resequedad de la piel, las quemaduras o pañalitis, su boca estaba llena de hongos y sus manitos y brazos parecían más un pitillo que una extremidad de un ser humano.

Con un mes de nacida, pesaba solo 1800 gramos, tal vez lo que pesa una bolsa de lentejas o de arroz, cuando en realidad debería estar pesando entre 4.500 y 5.000 gramos, según Jairo Ospino, coordinador del grupo de los médicos que la atendieron.

“Ingresa al HDV a la unidad de cuidado intensivo neonatal, como consecuencia de una desnutrición grave y un cuadro de infección generalizada asociado”, dijo.

Esta pequeña jamás probó una gota de leche del pecho de su madre, pues debido a la pésima alimentación de ella y el resto de su familia, nunca le bajó el alimento primordial para un recién nacido.

“Durante el mes de edad recibió únicamente de alimentación caldo de pescado y aromáticas de hoja de plátano, no recibió leche materna y no tenía el esquema de vacunación adecuado”, dijo el doctor Ospino.

La bebé fue remitida desde el corregimiento de Santa Rita, zona rural del municipio de Cumaribo, en el Vichada, fueron necesarios un helicóptero y un avión Caraván, ambos de la Fuerza Aérea Colombiana FAC, cargados de profesionales de la salud llenos de amor y de esperanza y de unas ganas de salvarle la vida a Karen*, sueño que infortunadamente, esta vez no se cumplió.

“Nos encontramos con una menor alarmante de desnutrición, estaba deshidratada, con la piel descamada, con signos claros de infección secundaria a esa descamación que tenía la piel, venía con hipotermia y con una infección en la boca que se llama candidiasis oral y con un aspecto arrugado, la niña se encontraba en muy malas condiciones”, dijo la Teniente Laura Gutiérrez, médico de la FAC.

El hambre se está “comiendo” literalmente a los niños indígenas de lugares tan apartados, que ni siquiera las brigadas de salud llegan hasta esas latitudes, pero siguen siendo los únicos testigos silenciosos de la catástrofe que afrontan padres y víctimas de la mala nutrición.

“Los niños que tienen desnutrición, tienen depresión del sistema inmunológico y eso los hace proclives a infecciones respiratorias, de piel e intestinales”, comentó Jairo Ospino, médico del hospital departamental de Villavicencio.

En lo que va de este año 2016, ya son siete los niños que han muerto por problemas de salud asociados a la desnutrición, todos, de los departamentos de la Orinoquia colombiana tales como Vichada, Guainía, Vaupés y Meta.

“La menor a parte de la enfermedad de base que es la desnutrición y el grave estado infeccioso, tenía también un problema en la piel que se denomina pelagra”, acotó el galeno. En el servicio de Unidad de Cuidados Intensivos, aún permanecen dos menores indígenas con la misma patología, mientras que 5 más siguen luchando con mejores perspectivas de vida que Karen*, quien no pudo tener la opción de elegir en comerse un pan, o un plato de fríjoles, pues sus fuerzas se apagaron antes de que pudiera conocer qué es la alimentación.

* Nombre cambiado para preservar la identidad de la menor.

Autor
Elpaís.com.co l Colprensa

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