Los colombianos se han empezado a familiarizar con una palabra que hasta hace poco parecía exclusiva de las películas de ciencia ficción: drones. No obstante, la gran mayoría la asocia con los pequeños artefactos recreativos que cada vez con mayor frecuencia se ven en los parques del país, o usan los medios de comunicación o las compañías publicitarias para tomar fotos o videos aéreos. Sin embargo, la realidad es que los drones, o aeronaves remotamente tripuladas (ART), son mucho más que un costoso juguete y han empezado a desempeñar a lo largo del territorio nacional una labor trascendental y desconocida.