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520 citas de negocios se desarrollarán en la Feria Aeronáutica

Dos, tres fotos. Alejandro Benjumea no cabía de la dicha mientras estaba dentro del helicóptero Arpía AH 60 y vestía el casco que usualmente utilizan los integrantes de la tripulación mientras están en una misión.

Se baja del helicóptero aún con la sonrisa en sus labios. Su amiga Catalina Hernández le dio como regalo la entrada a la Feria Aeronáutica Internacional, y hacia las 11 de la mañana de ayer, bajo el fuerte Sol del Oriente antioqueño en verano, iniciaba el recorrido entre aeronaves, su pasión.

Es estudiante de secundaria y está a dos años de terminar su ciclo académico, y aunque sueña con entrar a la Fuerza Aérea, no está muy seguro de lo que pueda pasar, pero no descarta que en su decisión de estudios superiores algo relacionado con la aviación o la aeronáutica esté en su camino.

Para Catalina, por su parte, la presencia en esta nueva edición de F-Air tiene un interés especial, ella es estudiante de la tecnología en gestión aeroportuaria del Politécnico Jaime Isaza Cadavid, y quiere estar al tanto de los avances en su campo de estudio y trabajo.

Ambos iniciaron su recorrido tomándose fotos con el Arpía, el helicóptero insignia de la lucha contra la subversión que adelanta la Fuerza Aérea colombiana.

La aeronave, y en especial el armamento que exhibe, como sus proyectiles Spike, que pueden ser dirigidos de manera electrónica desde la misma aeronave y permiten hacer corrección de su trayectoria en el último tercio del recorrido, es uno de los puntos que mayor atracción y curiosidad generan en los visitantes.

Acróbatas del aire

Hacia las 11, el cielo azulado, del primer día de la feria, comenzó a poblarse con el grupo de paracaidistas de la Fuerza Aérea Colombiana, que con sus maniobras de descenso a unos 200 kilómetros por hora entregaron las primeras emociones entre los asistentes.

Desplegando banderas de Colombia y de la Fuerza Aérea, los hombres en el aire desarrollaban maniobras de aproximación y pérdida de altura en espiral, algo que muchas veces, en medio de una situación de combate, ataque o para rescatar personas, deben hacer de manera arriesgada.

Algunos de ellos con su traje de camuflaje táctico se ubicaron uno sobre el paracaídas del otro, hasta formar una columna aérea de seis integrantes que a pocos metros del suelo fue desarmándose uno a uno, como un juego de estralandia.

Estos saltos también fueron un homenaje para su compañero Richard Lesmes, un paracaidista con más de 800 lanzamientos, y que murió trágicamente el pasado 27 de junio, preparando las maniobras para su presentación en F-Air.

Pero había poco tiempo para dejar de mirar hacia el cielo. Tan pronto el último de los paracaidistas colombianos toco tierra y se formó para recibir el aplauso y el saludo de los asistentes, los motores de cinco pequeñas aeronaves comenzaron a rugir. Eran los cinco aviones Extra EA 300 L de la escuadrilla de alta acrobacia Halcones, de la Fuerza Aérea de Chile.

“Despegue, montada a 45 grados y roll a la izquierda”, señala por el altavoz el presentador oficial de la escuadrilla explicando la primera maniobra del grupo.

De ahí en adelante fueron cerca de 40 minutos en los que desplegaron toda su sapiencia en el control de estas pequeñas aeronaves, surcando el viento a unos 300 kilómetros por hora, como explica Andrés Fuentealba, su comandante.

Ascensos en vertical de casi 90 grados, hasta el punto en el que la nave no responde, para caer y recuperar la maniobrabilidad cuando los espectadores ya creían que era imposible recuperar el vuelo.

“Ay juepucha, de pa’trás”, le decía Juan José Restrepo a su papá, cuando uno de los aviones chilenos realizó un giro inverso en lo alto para caer en una picada vibrante.

Al final, un corazón dibujado con humo en el cielo por dos de los aviones cerró como agradecimiento al público que apreció con emoción a estos verdaderos acróbatas.

Autor
www.elcolombiano.com

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