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Los perros paracaidistas de la Fuerza Aérea colombiana

Estos animales, cuidadosamente entrenados, saltan a más de 8.000 pies de altura para ayudar en operativos de búsqueda.

Al igual que sus compañeros, Rouse también espera paciente cada vez que debe saltar a 8.000 pies de altura desde un avión de la Fuerza Aérea colombiana. Está aferrada con un arnés a un integrante del equipo de paracaidismo del escuadrón de comandos especiales aéreos. Ambos serán un equipo en el aire, pero ella cumplirá una tarea fundamental cuando lleguen a tierra: colaborar en los operativos de búsqueda y rescate de personas en accidentes o catástrofes naturales.

Rouse es una perra pastor belga malinois, que forma parte de un selecto grupo de caninos seleccionados y entrenados rigurosamente para realizar estas proezas. Esta perrita, amigable e hiperactiva, pero obediente cada vez que recibe una orden, ya ha realizado siete saltos en sus tres años de vida.

El técnico subjefe Carlos Piñeros ha sido su acompañante durante su trabajo en el aire. Aunque es un paracaidista experimentado, con más de 200 saltos y cerca de 136 rescates, asegura que el miedo siempre persiste.

“A los perros, al igual que a nosotros, nos da susto cada vez que saltamos. La conexión que ellos tienen con los seres humanos es altísima. Como la perra está pegada a mí, ella siente mi miedo. Se asusta y tiembla, pero una vez estamos en el aire me relajo y ella también. Empiezan a paisajear y a mirar a todos lados y parece que se les olvida que están cayendo a 90 metros por segundo”, cuenta Piñeros, quien ha realizado 22 saltos con estos animales.

Por eso, antes de la caída, realiza un proceso de relajación. Le quita el bozal (que se usa para que no se muerda en el aire), le habla y la consiente. “Debe haber mucha compenetración. Una persona que no quiera a los perros no va a poder hacer un salto. Hay que tener un afecto especial”, asegura.

Sin embargo, para el paracaidista, lo más peligroso no es saltar, sino aterrizar. “La técnica que utilizamos es que yo caigo primero, recibo el golpe con mis piernas y la perra siempre va colgada. Una vez veníamos con mucho viento y en vez de caer encima de ella puse las manos y sufrí fisura de un hueso”, relata.

Al final, la descarga de adrenalina es tan fuerte para el animal que cuando toca tierra lo único que quiere hacer es correr. “Aterrizamos y es felicidad total. Quiere jugar con su pelota o salir a correr”, dijo.

El primer salto que se realizó en Colombia con caninos fue en la Feria Aeronáutica del 2013. Ottawa, una perra entrenada para detección de sustancias y narcóticos, hizo este debut. Le procedieron en la hazaña Geany, especializada en rastro, y Keyla, una pastor alemán de defensa que ya ha realizado siete saltos.

Hasta el momento, los animales de búsqueda han colaborado en el rescate de cuerpos luego de accidentes aéreos o de tránsito. Rouse solo ha participado en un operativo. "Hubo un vehículo que se cayó por el lado de Tocaima y los cuerpos se fueron por el río. Estuvimos tres días buscando, pero nunca los encontramos", cuenta Piñeros.

“A nosotros nos mandan como última opción, cuando el terreno es muy malo o hay enemigos", agrega.

El entrenamiento
En la Subdirección de semovientes militares en Madrid (en Cundinamarca, departamento colombiano), es donde se realiza el entrenamiento de los caninos de la Fuerza Aérea. Allí son preparados en diferentes especialidades: detección de sustancias narcóticas o explosivas; especialidad de defensa y protección; búsqueda y rescate; y asistencia.

Cuentan con un programa de reproducción, un laboratorio, una clínica veterinaria, un cuarto de cirugía, área de recuperación y cuarentena, y una sala de maternidad.

Según el subteniente Wilmer Andrés Antolinez Díaz, veterinario y entrenador de los caninos, "todo empieza desde antes que nazca el perro. Se escoge al macho y a la hembra y se miran las capacidades de cada uno para luego cruzarlos".

Se realiza una estimulación preparto que incluye ejercicio y suplemento de vitaminas y calcio, y una vez nace el cachorro, el trabajo comienza tres días después. "Hacemos una estimulación térmica y táctil para que las terminaciones de ellos empiecen a funcionar más rápido y se convierta en un perro apto para el trabajo militar", explica Antolinez.

A los 60 días son separados de las madres y comienzan a realizar el curso en su especialidad. Durante este entrenamientos, son llevados a un cuarto especial en donde deben escuchar diferentes ruidos. “Tenemos sonidos pregrabados de motores, turbinas, helicópteros, sonidos de guerra o disparos”, manifiesta.

Los perros van a este lugar dos veces al día durante 5 a 10 minutos. Poco a poco los van acostumbrando a comer, jugar e interactuar con las personas en este espacio. Luego deben superar obstáculos para encontrar su juguete o la comida.

“Lo que yo tengo que hacer durante su fase de entrenamiento es que sean unos locos por sus juguetes y que no les importe que haya piedras, que esté mojado o que esté lloviendo con tal de encontrarlo. La idea es que el día que se vaya a subir a una aeronave no le de miedo que sus uñas suenen contra el fuselaje del avión y puedan hacer su trabajo sin distraerse”, dijo.

Al final de su entrenamiento, los perros realizan descensos en rapel como un primer acercamiento a las alturas. Cerca de diez personas trabajan en todo el proceso de preparación de los caninos, incluido un grupo de soldados que recibe formación técnico laboral en guía canina.

Cuando los perros cumplen 10 años, se jubilan y son entregados en adopción, no sin antes recibir un homenaje por realizar, según Antolinez, un valioso aporte a la seguridad colombiana.

Quienes trabajan con estos miembros ‘especiales’ de la Fuerza Aérea, aseguran tener la satisfacción de lograr avances en sus tareas gracias a las destrezas y habilidades de estos seres. “Por eso, hemos rescatado perros de combate que han pisado minas o que se han caído en barrancos a pesar de que hay gente que se disgusta por invertir tiempo en ir a rescatar un animalito que estaba sirviendo al país”, asegura Piñeros.

En el camino por cumplir estas difíciles tareas, los perros de la Fuerza Aérea demuestran siempre su entrega.

Realizan un gran sacrificio, no dejan de lado su instinto de caza y defensa, pero tampoco olvidan los comportamientos comunes de las mascotas: mover la cola, jugar con su amo y ser fiel a cada uno de sus movimientos.

Autor
http://www.elpais.com.uy/

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