Rescatando vidas, creando historias
“Salvar vidas ha sido una misión muy reconfortante a lo largo de mi carrera como militar, porque no solamente me satisface, sino porque tengo la oportunidad de dar gracias a Dios por lo que tengo y lo que soy, además, por apoyar a alguien que lo necesita’”, así se expresó la Capitán Adriana Castro Vargas desde el Comando Aéreo de Combate No. 4, quien trabaja con gran pericia como rescatista y Comandante del Escuadrón de Seguridad en el Grupo de Seguridad y Defensa de Bases No. 45.
Oriunda del municipio de Pulí, Cundinamarca, única hija, con padres humildes pero sacrificados como ella, licenciada en educación básica con énfasis en educación física, orgullo para su familia, con ocho años como Rescatista de Personal- RP- y 11 años de servicio en la Fuerza Aérea Colombiana; “Chiquilandia” como le dicen sus familiares, “me nombran así porque mido tan solo 1.78 metros”; se muestra enérgica y solidaria en cada rescate que realiza, con el único objetivo de llevar a cabo su tarea y, lo más importante para ella: “salvar a quienes se encuentran en peligro”.
Sin importar los paradigmas, Adriana siendo mujer, decide enfrentar una carrera que no es fácil en un ambiente dominado por hombres y se considera afortunada de pertenecer a la Especialidad de Seguridad y Defensa de Bases, siendo la primera mujer RP dentro de la Institución; asegurando además de brindar todo su tiempo y sacrificio para llevar a cabo una arriesgada pero agradable labor: “salvar vidas”.
“La Fuerza Aérea Colombiana me dio la oportunidad de estar en un área donde pocas mujeres pueden estar, y poco a poco me he ganado el respeto de mis compañeros por medio de mi trabajo y amor constante hacia lo que hago.”
La Oficial es casada con el Capitán Ervin Gómez Miranda, piloto del helicóptero Huey II, dueños de tres perros, con una familia estable y orgullosa de servir a la nación en diferentes condiciones pero con la misma pasión…
La Capitán Castro conoció la Fuerza Aérea Colombiana por un personal de incorporación, quienes llegaron a la universidad donde ella estudiaba para brindar información sobre los requisitos necesarios para incorporarse, motivada y con la convicción de iniciar una vida diferente decidió realizar la inscripción sin comentarle a sus padres, para no desilusionarlos en el caso en el que no lo lograra.
“Antes de seguir con mi relato, es necesario que ustedes sepan lo fascinante de la vida y cuando tengo la oportunidad de hablar con los Soldados y la gente en general, me gusta contar esta experiencia tan bonita, creyendo siempre que uno está donde debe estar. No existen las casualidades ni el azar; lo digo porque inicié mi proceso sola; tenía en esa época un dinero ahorrado y con eso comencé a pagar la inscripción y mis exámenes.
Continué con esta aventura loca, pero consiente de lo que quería, paso a paso iba superando cada prueba del proceso de selección, en la última fase les conté a mis papás el proyecto de vida que tenía; mi padre estaba orgulloso y feliz por la decisión tomada, mi madre sin pronunciar una sola palabra pero con lágrimas en sus ojos me expresaría su emoción a esta elección.
Un mes antes de la notificación por parte de la Fuerza Aérea, mi madre me llamó y con voz entre cortada me dijo: “hija, su papá se acabó de ganar la lotería, ese dinero es para que se vaya a Cali”.
Mi padre nunca se había ganado nada, él siempre jugaba la lotería, pero jamás tuvo la fortuna de obtener algún premio; esta era la oportunidad que Dios nos había dado para poder pagar mi carrera como militar. -¡Yo no lo podía creer!” Pronunció admirada la Capitán Adriana.
Después de haber ingresado a la Fuerza Aérea y con el grado de Subteniente, cuenta que fue llevada al Centro de Instrucción Militar, CIMIL, conmocionada vio de lejos a un personal uniformado realizando el curso de RP (Rescate de Personal) “me llené de curiosidad; primero, por la labor principal que desempeñan, rescatando personas y salvando vidas y segundo, porque siempre me ha llamado mucho la atención el manejo de equipos, poder realizar maniobras de alto riesgo, como el Rapel, Helocast, Stabo. Siempre fue un reto personal; además, saber que no había mujeres rescatistas dentro de la Institución, me motivó aún más”, comentó la Capitán Castro.
Su formación comenzó con el curso de Seguridad y Defensa de Bases, posterior tuvo una lesión en el curso de contraguerrilla, lo que hizo que su vida en la parte de formación física parara, duró año y medio recuperándose. Luego volvió a retomar su preparación académica e inició con el curso de Recuperación de Personal – RP-, “hubo algo especial , porque entre todos los cursos que quería hacer decidí ser rescatista, iniciando con miedo por la lesión, este curso fue la prueba de fuego para continuar con el resto de capacitaciones; por eso fue bastante duro, porque era temer a que mi cuerpo no respondiera y no diera la talla con el personal masculino, teniendo momentos de angustia en las fases de instrucción en donde se realizaron diferentes maniobras, temiéndole al no poder por mi lesión. Pero por suerte tuve un final feliz, convirtiéndome en lo que soy ahora”, explicó Adriana.
Después de su curso fue trasladada para el Grupo Aéreo del Oriente, GAORI, por año y medio; en esta base iniciaría sus primeras evacuaciones, afirma que fue una experiencia inigualable porque tuvo la oportunidad de llevar a la práctica todo lo aprendido, realizando rescates de personal militar y población civil.
Hoy en día se encuentra en el Comando Aéreo de Combate No. 4, CACOM4, participando cada mes en las operaciones de rescate en la Fuerza de Tarea Conjunta Omega, en La Macarena (Meta); en pro de apoyar a las personas que lo necesitan, sacrificando su vida por acudir a un llamado de emergencia.
“Mi vida ha cambiado mucho, ahora soy más aferrada y amante al vivir el día a día; porque antes de conocer este mundo, no sabía que era el riesgo; pensaba que todos los días tendría tiempo; pero cuando inicié mi vida como militar RP, en cada momento de reacción, siento que me enfrento a situaciones que me pueden llevar a perderla, porque el hecho de subirse a un helicóptero pensando que puede ser su último día de vuelo, le hace valorar el momento, el ahora, porque en esta profesión uno tiene claro cuándo sale pero no cuando llega”, manifestó la Capitán.
Al finalizar la entrevista enunció: “Estar en esta Institución es un reto, desde la misma experiencia puedo decirle a las mujeres que es difícil, pero se puede hacer; en medio de todas las circunstancias, lo que uno quiere y lo hace con amor lo logra, ya sea en la vida militar, que en mi caso es como rescatista; también hay mujeres TEPLAS, artilleras y paracaidistas; definitivamente a lo que uno le ponga la voluntad, las ganas y la energía lo va a lograr, sea aquí o sea en otra parte, con constancia, trabajo, esfuerzo y sacrificio se cumplirán los sueños más anhelados que hallan en el alma y corazón.
Por: Nathaly Martinez Bernal