EL CORAZÓN de la Fuerza
El corazón de la Fuerza somos todos; creer en ello nos inspira, nos llena de orgullo y optimismo, nos da la fe y el coraje necesarios para no desfallecer ante las adversidades.
Cuando de instituciones se habla, se dice que se comportan como seres vivos que nacen, crecen, se desarrollan, evolucionan y también, algún día, se transforman, se integran a otras o mueren; absolutamente cierto. De otro lado, se afirma que en las organizaciones somos pasajeros mientras que ellas prevalecen; parcialmente cierto.
Nuestro paso por la Fuerza Aérea es mucho más que una solución laboral que satisface las necesidades personales. Para que la Institución cumpla exitosamente su misión, evolucione, se entrene para afrontar escenarios complejos, materialice su visión, tenga un impacto positivo en la sociedad y contribuya a la construcción del futuro deseable; es decir, prevalezca, se requiere que todos los funcionarios aporten valor, convencidos de que si a la Fuerza le va bien a todos nos va bien. En otras palabras, la Institución estará primero, estará por encima de todo interés particular; si todos, juntos, logramos llevarla al éxito estaremos cumpliendo el juramento en el que reside nuestra vocación y, en consecuencia, absolutamente todos, daremos solución a nuestros requerimientos materiales, pero también habremos satisfecho necesidades emocionales.
En ese sentido, podemos afirmar que la Fuerza Aérea es lo que somos. Dicho lo anterior, no es correcto asegurar que ella prevalecerá después de nuestro servicio, a menos que nuestra vida institucional se haya caracterizado por entrega, compromiso, vocación, trabajo profesional y de calidad, armonía laboral, buen relacionamiento social, empeño por alcanzar la excelencia, preparación personal y comportamiento ajustado a un código de principios y valores, entre muchos otros factores.
No obstante, todas esas deseables cualidades, es necesario que cada funcionario tenga claridad de su papel en la organización; del valor que le agrega; de qué tanto comprende, vive y se apropia de su misión; si entiende y comparte la visión institucional como el sueño, el futuro de la Fuerza y su papel en la sociedad.
Es aquí donde debe decirse, sin lugar a duda: somos el corazón de la Fuerza. Cada uno de nosotros aporta la energía suficiente para que la vida institucional en la Fuerza Aérea Colombiana trascienda nuestros propios intereses, dando a la Institución la vitalidad esencial para mantener y fortalecer sus capacidades; innovar y desarrollar otras; anticiparse al futuro y satisfacer las necesidades de los colombianos, aún en escenarios inciertos; cumplir la misión constitucional de garantizar la soberanía, la integridad del territorio, la independencia, el orden constitucional y también contribuir a los fines del Estado.
Solo si este corazón late fuerte podremos llevar la Fuerza Aérea a ese futuro institucional que hemos fijado: ejercer el dominio en el aire, el espacio y el ciberespacio, siendo una Fuerza innovadora, polivalente, interoperable, líder y preferente regional, con alcance global y con capacidades disuasivas reales, permanentes y sostenibles. Esa fuerza arrolladora e imparable, producto del deseo de progreso de hombres y mujeres visionarios, es lo que nos ha permitido ir más allá de los límites tradicionales, para fijar otros más altos y lejanos, que implican más y mayores retos.
Es así como, la profesionalización del personal; la construcción de capacidades distintivas; el multilingüismo; la estrategia para el desarrollo aéreo y espacial; la introducción de nuevos campos de conocimiento; la transformación organizacional y la actualización de la doctrina; las misiones aéreas expedicionarias en el marco de ejercicios operacionales internacionales; los vuelos a la Antártida; nuestra presencia en el espacio; la contundencia y efectividad con la que defendemos la soberanía, combatimos amenazas como el terrorismo y el narcotráfico, así como, la forma en que atendemos las emergencias derivadas de la pandemia y el desolador paso de lota por nuestro Archipiélago, son algunas consecuentes evidencias de la gran fuerza moral que mueve la Institución.
Este corazón se renueva permanentemente con el espíritu joven de aquellos que deciden seguir la vocación más hermosa de todas: servir a los demás, poniendo a disposición de Colombia y la Fuerza Aérea su propia vida y, con ella, dones y talentos, que forjan su camino como combatientes y líderes, mientras resguardan e inspiran a millones de personas con su férrea voluntad de lucha y consagración al trabajo. Las generaciones de Oficiales, Suboficiales, Soldados y funcionarios no uniformados han hecho de esta gran Institución más que una fuerza militar; la han convertido en un polo de desarrollo para la industria aeroespacial en Colombia, un faro para la academia y una fuente de riqueza para el Estado; una organización que adquiere más vida con el paso de los años, que se reinventa y que, consciente de las amenazas presentes y futuras, está determinada a fortalecerse.
El corazón de la Fuerza somos todos; creer en ello nos inspira, nos llena de orgullo y optimismo, nos da la fe y el coraje necesarios para no desfallecer ante las adversidades. Somos el poder interior que da vida a la Fuerza Aérea Colombiana, que la lleva a volar, entrenar y combatir con toda determinación para defender y proteger, convencidos de que solo tenemos una opción: vencer.
General Ramsés Rueda Rueda
Comandante Fuerza Aérea Colombiana