Con el despuntar del sol empezaba la zozobra y el corazón de Xiomara Londoño se arrugaba. Uno a uno los 18 niños de la Fundación Fedac llegaban con su maleta y se sentaban frente a la sede de la entidad a mirar el océano y a rezar para que la marea se calmara la marea y poder atravesarlo. Así podrían llegar a Medellín, al inicio del béisbol del Festival de Festivales.
Parecía como si las emociones acumuladas en estos menores (entre 9 y 11 años) se trasladaran con toda su fuerza a las azules aguas, impidiendo que la calma llegara.