El resultado de la auto exigencia, es llevar tus sueños hasta las estrellas
Decir que se requiere de influencias o dinero para alcanzar las metas proyectadas a nivel personal, es el típico pensamiento de aquellos que les ha dado temor atreverse a más, salir de su zona de confort y soñar en grande. Dicen que las oportunidades son de quienes las toman en el tiempo en el que se presentan, de quienes no dan espacio a la duda, cuando en su interior es lo que anhelan. Sin embargo, no basta sólo con querer ser, si en realidad se quiere materializar un logro, se debe trabajar para conseguirlo, ser constante para alcanzarlo y tener el suficiente carácter para afrontar las adversidades que se puedan presentar en el camino, es el caso de uno de nuestros oficiales en formación, que, como muchos otros hombres y mujeres de nuestra Fuerza Aérea Colombiana, un día se dejaron flechar al mirar en lo alto del cielo, una aeronave volar.
Se trata del Alférez Fonseca, un joven de 24 años oriundo de Chíquiza, Boyacá, es el séptimo hijo de ocho hermanos y creció aprendiendo las labores del campo, desde muy temprana edad cosechó tubérculos, pues su padre era agricultor, vivían exactamente en la vereda Vergara. De sus tiempos de colegio recuerda que para llegar a la institución educativa tenían que desplazarse 40 minutos y que al finalizar sus clases llegaba ayudar al trabajo de su padre, aprendiendo que nada es regalado y a valorar el esfuerzo para obtener las cosas. Hoy, fruto de su compromiso y dedicación, nuevamente conquista sus propósitos y supera las barreras de la gravedad finalizando con éxito su curso básico de vuelo en el equipo T-27 “Tucano”. En entrevista Fonseca nos cuenta cómo fue su proceso de incorporación y otros detalles de su decisión de vida.
vivían exactamente en la vereda Vergara. De sus tiempos de colegio recuerda que para llegar a la institución educativa tenían que desplazarse 40 minutos y al finalizar sus clases llegaba ayudar al trabajo de su padre, aprendiendo que nada es regalado y a valorar el esfuerzo para obtener las cosas. Hoy, fruto de su compromiso y dedicación, nuevamente conquista sus propósitos y supera las barreras de la gravedad, finalizando con éxito su curso básico de vuelo en el equipo T-27 “Tucano”. En entrevista el Alférez Fonseca nos cuenta cómo fue su proceso de incorporación y otros detalles de su decisión de vida.
¿Cuál era su proyecto de vida en el colegio?
Recuerdo que en alguna ocasión en la escuela nos preguntaron por nuestro proyecto de vida, ¿qué queríamos ser?, fue el interrogante, contesté que piloto, pero para ese entonces era como una fantasía de infancia. A medida que fui creciendo, más o menos a mis catorce años, mi pensamiento se inclinaba por seguir la carrera de ingeniería ambiental y/o civil en la Universidad de Tunja que brindaba unas facilidades de acceso, era como alineado al mismo enfoque de los demás compañeros de colegio y también orientado a las labores de campo que desde pequeño realizaba ayudando a mi padre en el trabajo. Sin embargo, algo dentro de mí no estaba del todo satisfecho con esa posible elección, a mí siempre me gustó hacer las cosas de manera diferente, todo lo pensaba de manera distinta y siempre con mayor exigencia.
¿Cómo llegó el deseo de ser piloto militar?
La pasión por los aviones se la debo al programa A Volar, en casa teníamos un televisor viejito y todos los domingos lo presentaban por el canal 11, como era día santo, nadie trabajaba, entonces me sentaba con mi hermana a ver los capítulos, lo miraban por gusto, con mucha ilusión porque me encantaba ver la parte técnica, los motores y los aviones.
¿A qué se dedicaba antes de incorporarse?
Cuando estaba en 11 la situación económica de mi familia, que de por sí estaba mal, empeoró, mi padre y uno de mis hermanos iban a trabajar largas jornadas para tratar de suplir las necesidades básicas; como yo aún no me graduaba, después del colegio, salía a buscar algún trabajo que me permitiera aportar económicamente pue mi padre nos enseñó a conseguir las cosas con esfuerzo, evitando rotundamente pedirlas y luchando por ellas. En el 2014 mi madre fue diagnosticada con una grave enfermedad, motivo por el cual nos radicamos en Bogotá y aunque en el 2015 perdió la batalla, siempre llevaré en mi corazón la fortaleza que mostró mi mamá y por supuesto, sus palabras motivándonos a seguir estudiando. Ella, con su ejemplo fue mi motor, por eso me inscribí al tecnólogo de mantenimiento mecatrónica de automotores. Posteriormente realicé mis prácticas en un concesionario de carros, donde producto de mi responsabilidad, me dejaron trabajando allí. Los resultados de mi trabajo hicieron que me promovieran de cargo a la parte de control de calidad, subiendo con ello, también mis ingresos. Intenté incorporarme a la escuela de suboficiales realizando la homologación de mis estudios, pero no fue posible, así que continué con mi rutina. En ese momento, la profesionalización era una de mis otras opciones, pero un ingeniero Industrial, compañeros de empresa, me contaba que la situación laboral era complicada, que no había muchas oportunidades, y ese relato me desmotivaba, más aún porque trabajábamos en lo mismo y él con su carrera, a veces ganaba menos que yo.
¿Qué lo motivó a presentarse de nuevo y está vez para realizar la carrera como oficial?
Eso fue un 20 de julio estaba en la terraza y pasó una revista aérea, cuando llegó el turno de los K-Fir, sentí algo en mi interior muy extraño, su poderío me atrajo, generando alegría al ver aquel sobrevuelo, fue en ese instante donde se despertó el deseo de ser piloto, indagué y encontré que ese era el último día de incorporaciones, así que me inscribí rápidamente realizando el pago que me hizo parte del proceso como el aspirante No. 1.314. Inicié el proceso sin decirle a nadie, sin mucho dinero y sin referencias; en el camino fui cumpliendo con cada uno de los requisitos: los exámenes médicos, los exámenes de conocimiento, el polígrafo, la prueba física y psicológica, alcanzando cada fase hasta el momento en que me dijeron que fui aceptado. Ese fue uno de los momentos más emocionantes para mí.
¿Qué piensa en este punto de su formación sobre su decisión de vida?
Ratifico que fue la mejor elección, la vida en el campo es tranquila y acogedora, pero allá uno vive como en una burbuja, las aspiraciones más grandes son tener plata para comprar un vehículo, muchos deciden quedarse en las veredas, creo que la falta de recursos limita los sueños de las personas y por ello nos hacen creer que la plata es necesaria para estudiar, superarse o abrir los horizontes, pero no es así. He comprobado que cumplir las metas es una cuestión de actitud y decisión, que el resultado de la auto exigencia, es llevar los sueños hasta las estrellas, como yo lo estoy haciendo. Me gustaría retornar en algún momento a mi vereda en Chíquiza y a mi escuelita, portando el overol de vuelo y las alas de piloto militar para decirles que sí se vale soñar, que se atrevan a hacerlo, que el logro de sus anhelos no dependerá de la situación financiera o sus amistades, sino de su propio compromiso, su sacrificio, su pasión y disciplina.