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"La precisión fue impecable"

El general Julio Alberto González reveló las minucias de la epopeya militar que libró a Colombia del terror de ‘Jojoy’.

En su oficina en Bogotá, el general González dialogó con El Espectador sobre la forma en que cayó abatido el jefe militar de las Farc, gracias al bombardeo de un avión Supertucano como el de la imagen.

Desde sus tiempos como cadete en la Escuela de Aviación de Cali, hace ya unos largos 37 años, demostraba una serenidad pasmosa en momentos difíciles. La heredó de su padre, también oficial de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) en tiempos en que las Farc apenas se gestaban, hace cuatro décadas y media, y lo demostró en esta semana histórica para las Fuerzas Armadas. En su calidad de comandante de la FAC, el general Julio Alberto González tomó las riendas de buena parte de la ‘Operación Sodoma’ que borró de un tajo al jefe subversivo que encarnaba la máquina de guerra de la guerrilla más antigua del mundo: el Mono Jojoy.

La precisión de los bombardeos de sus aeronaves precipitaron el cerco, la sorpresa y, después, la noticia que le dio la vuelta al mundo. No es la primera vez que participa en una operación de semejante envergadura. En 1990 fue uno de los protagonistas del histórico ataque a Casa Verde, la retaguardia de siempre de las Farc, allí donde el secretariado despachaba a sus anchas. Muy sonriente el general González recibió a El Espectador para ampliar los detalles de la epopeya militar que le puso punto final a 35 años de historia criminal del más sanguinario de los guerrilleros en 46 años de conflicto armado.

General González, ¿cómo se planeó la ‘Operación Sodoma’?
Me enteré con horas de anticipación. El martes pasado debía asistir a Arauca a una reunión de comandantes de fuerzas y cuando estaba subiendo al avión recibí una llamada del almirante Édgar Cely, comandante de las Fuerzas Militares. Me ordenó que me dirigiera de inmediato al Comando de Operaciones Especiales y allá estaba el comandante del Ejército, general Alejandro Navas. Iniciamos la reunión muy temprano. El almirante Cely me dijo que tenían información de altísimo valor sobre la ubicación de un campamento en donde estaba el Mono Jojoy. Luego me preguntó cómo planear la operación para que nada fallara. Entonces me mostraron un mapa hecho con informaciones de inteligencia.

¿Cuál fue el paso siguiente?
Nos regimos por el protocolo establecido, que nos obliga a verificar que no haya comunidades indígenas en el área, ni civiles cerca de la zona, ni secuestrados. ¿Usted se imagina atacar un blanco así y darnos cuenta de que había un grupo de secuestrados? Sería devastador. De la misma forma, nos reunimos con el equipo jurídico de la Fuerza Aérea, profesionales especializados en operaciones aéreas, conflictos armados, Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario. Este equipo de abogados está siempre al lado nuestro para evitar que se nos pase algún detalle que luego lamentemos. Por eso estos operativos son impecables y nos cuidamos mucho de que no haya daños colaterales.

¿Tienen tiempo para reunirse con abogados, pilotos, generales y, además, dirigir semejante operativo?
Sí. Nos toca hacerlo. Este operativo fue especialmente rápido y había que tomar decisiones inmediatas, pero como esta cúpula tiene tanta experiencia ya sabíamos cómo cumplir con los protocolos y lograr que la ‘Operación Sodoma’ fuera exitosa.

El papel suyo como cabeza de la Fuerza Aérea fue definitivo. ¿En qué momento supo qué aeronaves iban a participar, cómo se hizo esa escogencia? ¿Lo decidió usted solo o lo consultó con el Estado Mayor?
Todas son decisiones que se van comentando, pero luego de revisar el mapa y de ver la información de inteligencia que se tenía designé helicópteros medicalizados para transportar al personal herido en caso de que algunos de nuestros hombres resultaran afectados, aviones de inteligencia, de apoyo, de escolta y de ataque aéreo.

¿Usted también escogió a la tripulación?
No. De eso no me entero. Simplemente llamé a las bases aéreas donde estaban los Tucanos y los Arpías que íbamos a utilizar y los comandantes de esas unidades son los encargados de seleccionar al personal. Esta operación demostró que escogimos a los mejores. La precisión fue impecable. Después de eso, no me acuerdo cuántas horas habían pasado, procedimos a ubicar los sitios donde se desplazarían las aeronaves. Tenían que ser sitios que quedaran relativamente cerca del campamento, pero ubicados de tal forma que no fueran descubiertos. No había tiempo para equivocarnos.

¿Desde su oficina en Bogotá dirigió el ataque aéreo?
Pues así tocaba hacerlo. Por eso le digo que la experiencia en esto fue fundamental. Todos los generales que estuvimos al frente tenemos la experiencia suficiente para poner en marcha un operativo de esta magnitud. Por supuesto que hay que resaltar que sin la información suministrada por las inteligencias de todas las fuerzas hubiera sido imposible lograr este éxito. La información era precisa. Pero no sólo yo dirigí a mis hombres.

También lo hicieron los generales Navas, del Ejército, Óscar Naranjo, de la Policía, el vicealmirante Echandía, de la Armada, y el Almirante Cely. Nos encerramos desde el martes hasta el jueves en el Comando de Operaciones Especiales y monitoreamos cada paso, cada movimiento de las tropas en tierra y de los aviones y helicópteros que estaban bajo mi mando. Sólo íbamos a nuestras residencias a cambiarnos de ropa, pero duramos sin dormir más de 48 horas, encerrados en esa oficina, mirando monitores, revisando coordenadas, intercambiando información. Estoy seguro de que la coordinación entre las fuerzas fue definitiva.

¿A qué horas falleció ‘Jojoy’? ¿Durante el bombardeo o después de los combates?
Sólo lo confirmamos cuando las tropas entraron al campamento. Lo primero que hicimos fue lanzar las bombas inteligentes o convencionales, como estaba previsto, y realizamos ametrallamientos, tal y como se ve en el video grabado desde uno de nuestros aviones. Todo con el propósito de despejar el área lo suficiente para que entraran las tropas en tierra. Ellos fueron quienes se dieron cuenta de la muerte de Jojoy y fueron los encargados de avisarnos. No tengo la hora exacta de su muerte. Eso lo determinará Medicina Legal. Tampoco le puedo decir si fue por causa de una bomba.

¿Temió equivocarse o dar un paso en falso en el operativo?
Sólo pensaba en que no podíamos equivocarnos, pero jamás perdí la serenidad.

¿Es la primera vez que participa en un operativo de esta magnitud?
De esta trascendencia, no, pero en 1990 participé en otro que, creo, cambió la historia de la confrontación y le dio un vuelco definitivo a la guerra contra las guerrillas: el ataque a Casa Verde. Estaba en Barranquilla dirigiendo operaciones contra el narcotráfico, que entonces era muy fuerte en el Caribe, y mi misión allá era ubicar las naves que transportaban droga. Recibí una amenaza muy grave y me tocó salir del país. Me fui a Estados Unidos. A los pocos días de estar allá me enteré de que el atentado que me tenían preparado se lo hicieron a mi señora sobre la Avenida Circunvalar de Barranquilla. Jamás supe quién fue. En todo caso, me ordenan desde Bogotá que debía regresar y participar en el ataque a Casa Verde, sede de las Farc. Nadie creía que eso se podía hacer y lo hicimos. Ese día estuve al frente de un A-37. Cuando llegamos los guerrilleros ya habían escapado. En esa época estaban allí Tirofijo y Jacobo Arenas.

¿El ‘Mono Jojoy’ no andaba por esos lados?
No, no creo.

¿Usted conocía esa zona antes? Es que es una región de difícil acceso y aunque se tenga experiencia se requiere conocimiento y mucha pericia...
Es de muy difícil acceso. Por eso le digo que la información suministrada por la inteligencia fue definitiva. Pero sí había estado en la base aérea de Apiay durante tres veces en mi carrera.

¿Cuántas bombas fueron utilizadas?
No tengo la cifra exacta, pero entre 30 y 40 bombas. Son armas convencionales y fabricadas por la Industria Militar colombiana.

¿Vienen más operativos?
Para eso estamos.

Autor
María del Rosario Arrázola / www.el espectador.com

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