Magda y Lorena, dos mujeres exitosas con los pies lejos de la tierra

Por: Vanessa Saldarriaga Soto
En la base de la fuerza aérea ubicada en malambo, trabajan dos mujeres que antes de ser elogiadas por su belleza, son admiradas por su tenacidad y valentía.

Una de ellas es la mayor Magda Rincón. Una mujer que lleva 16 años como oficial y que cuenta en su récord con cuatro mil horas de vuelo, tiempo en el que ella ha sido la piloto.

Comenta que hizo parte del primer grupo de mujeres aviadoras de la fuerza aérea de Colombia: de 34 que hicieron el curso, solo cinco se graduaron. Ahora ella tiene el rotulo de ser la primera mujer aviadora de carga de la fuerza aérea.

“Soy administradora aeronáutica y cuando tuve la oportunidad de entrar al curso de vuelo, eso fue lo mejor de mi carrera, donde yo dije: cumplo mi sueño, voy a luchar por esto, tengo que pasar las pruebas. No eran fáciles, no todas podíamos ser pilotos, pues porque quizás nosotras de mujeres tenemos ciertas habilidades académicas. Pero cuando vamos a operar y a hacer ciertas maniobras de vuelo se nos dificultaba más que a los hombres”, cuenta la mujer mientras sonríe.

Así despegaron los sueños de la mayor Magda, unos en los que el logro de sus metas los toca al volar entre nubes. Asegura que en tantos años de carrera, solo dos motivos la han separado temporalmente: sus dos hijos. Uno que ya nació y otro que viene en camino.

“Mi último vuelo fue en el mes de septiembre de 2015, antes de enterarme que estaba en estado de gestación. Aquí la aeronave que vuelo es un vandeirante: un avión de transporte y carga en el que me desempeñaba con el cargo piloto”, relata la mayor, a quien ya se le nota el embarazo bajo su uniforme impecablemente azul y confeccionado al tamaño de su barriga.

Junto a Magda, trabaja La teniente Lorena fandiño, una joven de 25 años que también vive con los pies lejos de la tierra. Al menos así lo hizo durante 1200 horas en los últimos cuatro años. Ella es en estos momentos la única mujer en Colombia que vuela un avión de combate. Entre pocas palabras y con una mirada serena, la joven confiesa el por qué de su pasión por este temerario oficio.

“Es una experiencia muy gratificante el poder tener este tipo de aeronaves en las manos y tener la responsabilidad de realizar las misiones que se hacen en el día a día en la Fuerza Aérea. Y más en aeronaves de este tipo. Siempre me había llamado la atención, el vuelo de combate, pues por las capacidades que tuve en la parte de instrucción fui elegida para iniciar un curso en una aeronave de este tipo”, comenta la teniente, quien usa unos pequeños aretes que brillan mientras ella revela los detalles de su devoción por los aviones.

Asegura que el temor es pan de cada día en su oficio, especialmente cuando enfrenta operaciones contra el narcotráfico o grupos narcoterroristas, en zonas como el Valle o sur de Bolívar. Pero el riesgo es algo que asume como parte de su vida.

“En muchas de las misiones que se cumplen en este tipo de aviones, se maneja un alto nivel de adrenalina. Son varias las misiones en las que uno ha tenido momentos en los que tiene que pasar por varias cosas y situaciones. Y pues son varias las misiones en las que uno ha sufrido y pasa por ese tipo de sentimiento”, dice ella tras levantar sus hombros, como si se el miedo fuera algo tan obvio que ya lo siente cotidiano.

Estas son dos mujeres que vuelan por alcanzar sus sueños, para quienes la feminidad va más allá de un modelo estereotipado. Ambas aseguran que nunca han recibido tratos discriminatorios y que su vida entre hombres se volvió costumbre.

Aunque aguardan la esperanza que cada vez más mujeres se atrevan a demostrar que la condición sexual no es una barrera para lograr lo que quieren y desempeñarse en cualquier campo.